martes, 29 de abril de 2008

martes, 22 de abril de 2008

Persona.

De las veces que Johnny Avellaneda fue, ésta iba a ser la última vez.
El Dr. Hernán Grotti ya tenía que decidir. Aturdido, con la cabeza intimidada, no podía perder más de ese tiempo que ya no quedaba.
Los pocos momentos que le dejaba, su falta de libertad, hicieron que tomar una pronta desición, no lo fuera tan.
El miedo y la valentía, juntos, se agigantaban con el paso de los días . Enfrentarse y concluir a su propio personaje, no iba a ser fácil. Un personaje alimentado tras los días, por su propio ego, mezlcado con inseguridades, soberbias, vacíos, triunfos y fracasos.
Johnny Avellaneda ya era. Él mismo, Hernán Grotti, eran los responsables de todo. El entrenamiento diario, afianzaba todo ese sistema.

Las decisiones hace rato las tomaba Avellaneda, el carácter lo impulsaba él. Elegir cuando sentir compasión por algo, él. A sus dos hijas las iba a buscar él mismo al colegio.
No solo se lo comió. El Doctor Grotti también se dejó comer. Mucho más cómodo, la firmeza de Johnny Avellaneda para todo, le hacía las cosas mucho más simples al Doctor. Ese nuevo traje, ese nuevo brillo de ese traje, ese poder que transmitía ese brillo, todo, se estaba llevando todo por delante. Con lealtad, pero sin ética. Con su propia lealtad, Johnny ya había cagado a mucha gente. Se había vendido tal cual es, y defraudó a varios.
Mucho de ese maquillaje que se evaporaba, dejaba ver más maquillaje en otra capa, que a su vez era la excusa de otra capa más, y así, infinito. La maquinaria humana seguía siendo perfecta. Avellaneda le funcionaba.
El poco tiempo de libertad que le quedaba, Hernán Grotti percibía lo que quedaba. No podía dejar ganar más tiempo, no podía dejar morirse así. Porque darle paso definitivo a su personaje, iba a ser morirse todo el tiempo.

No hace falta contar qué hizo su último día Johnny Avellaneda. No hace falta contar que llevó a sus hijas a comer al shopping. No es importante narrar su vuelta a casa. Y que al llegar, sirvió primero el whisky y después los dos hielos, no aporta nada. Porque Johnny tenía que empezar a dejar de tener importancia. La desición de dejarlo de existir ya estaba tomada.
Por eso no importaba todo eso. Reclamó atención esa noche. Porque fue desiciva. Bien merecido lo tenía ese momento, y por eso hay que describirlo como tal.
Las once de la noche hicieron todo, cuando Hernán Grotti decidió terminar con una farsa, su otro. Esas fueron las once de la noche más decisivas.
Esos diez segundos antes de apagar el velador, para luego apoyar el día en la almohada, tranquilizar la dignidad, cerrar los ojos, charlarse un rato y luego dormir. La combinación le sirvió para elucubrar el borrador de mañana.
Estaba todo listo en su cabeza. Hernán Grotti tenía todo claro. Johnny Avellaneda no quería dejar. Confundidos, durmieron.



El duelo fue duro. Hernán Grotti del todo, desploma su alma en el sillón. Inmediatamente después, se desploma él. Cree que hizo todo bien. La ejecución parece absoluta.
Vuelve a recordar esos hace quince minutos. La calle Moreno fue una buena elección, piensa. La calle como único testigo.
Llegaron al mismo tiempo.
Por suerte para él, Hernán ya tenía todo memorizado. El tiempo perfectamente medido. Cada movimiento ya estaba asigando para cada segundo de ese tiempo calculado.
Hernán lo mira. Fijo. Jonnhy lo mira sin mirar. Esta vez, la seguridad y la desición parecían estar del lado del Doctor. Y lo tenía que aprovechar. Ambos dudaron un momento. Esa duda estaba fuera de lo asigndado para el tiempo. Hernán siguió adelante.
Ambos desenfundan sus armas al mismo tiempo. Pero solo uno hizo la diferencia.
El impacto de Hernán Grotti llegó primero. La bala dio con su propia vida y terminó, por fin para él, con la de Johnny Avellaneda. Nerviosamente tranquilo, se da media vuelta y trata de irse. No puede, antes se acerca para mirar su propio personaje, tendido en el asfalto.
Se queda mirándose, ahora es él del todo.
Quién está en ese sillón, abatido pero victorioso, es persona.
Hernán se levanta, cambia el dial de la radio, y se vuelve a dejar en el sillón.
Ahora tengo que empezar a volver a hacerme cargo. Hacerme cargo y ser, decidió, mientras servía primero los dos hielos, y después el whisky.

jueves, 17 de abril de 2008

Sinkin' Soon.

Me mata el nuevo no tan nuevo look de Norah Jones. La amo. Así, con ese pelo.

Y en segunda instancia, el video, que está bastante bien.



martes, 15 de abril de 2008

lunes, 14 de abril de 2008

Gente de Buenos Aires

Hoy a la mañana, esperando el 60, escuché el siguiente diálogo:

Chica joven: ¿Cual está esperando?
Vieja rotísima: Yo paro a todos, porque no veo nada.

15 minutos después, tomé mi colectivo, y la vieja seguía parando bondis.

viernes, 11 de abril de 2008

Función privada.

En la típica escena del callejón oscuro, cuando los pandilleros echan a alguien del bar, siempre, pero siempre, uno de ellos se prende un pucho inmediatamente después de cagarlo a patadas al pobre intruso.

lunes, 7 de abril de 2008

Gente de Buenos Aires.

El viernes a la noche, ya madrugaba sábado, volviendo de no entrar al Roxy, me trajo hasta casa Andrés. Taxista él. 33 años, ponele.
Sonaba en su prolijo interior de auto, un rock algo diferente.
Me vi sorprendido por esa música, y por las luces que tenía el reproductor de CDs.
Le pregunté y me empezó a contar.
Lo que sonaba era rock cristiano.
Andrés estaba muy entusiasmado. Mi asentir era su pie para seguir contándome cosas acerca de los grupos: Petra, Guardian (léase Guárdian), entre otros.
Me contó también alguna y otra anécdota de alguna banda, me habló de los orígenes del rock cristiano. Cosas que olvidé en ese horario y adentro de ese taxi, debido a mi cansancio.
Ah, sí. Me contó que los Guardian sacaron tres discos en español, y como nueve en inglés.
Andrés era un fanático entusiasta, pero no de esos fanáticos religiosos.
De hecho ni me dijo que Dios te bendiga, cuando me despedí de él. Por eso creo que Andrés me cayó bien.

jueves, 3 de abril de 2008

- Hola!

Es muy graciosa la descoordinación de saludo.
Generalmente pasa con alguien del mismo sexo.
Generalmente entre hombres, ya que disponemos de dos opciones al momento del cumplido: darnos la mano o saludarnos con beso. Es muy raro que dos chicas se saluden con la mano.
Generalmente con un conocido (no es ni un total extraño, ni un amigo con el cual ya tenés el método y el timing preseteado).



Te cruzás con alguien, en el laburo, ponele. No tenés toooda la confianza.
- Hola, ¿qué hacés? Y le tirás la mano.
- ¿Como andás? Y él arrima un beso.
Entonces para acomodar la cordialidad, vos tendés a corregir inmediatamente tu método. Te adaptás. Retirás rápidamente tu mano, y le devolvés el beso.
Pero él ya está alejando su cara, para amoldarse a tu más frío saludo. Entonces, asoma su mano. Justo cuando vos te acercás para saludar con beso. Parecen dos títeres manejados por un viejo con Alzheimer y dos litros de whisky encima.

- Bien, vos?
- Bien, todo bien che.


Todo esto, en tres o cuatro segundos.
El tiempo necesario para que el hombre muestre su hilacha de pelotudo.

Este es el chiste más gracioso del mundo para mí.

Entra Manolo a lo de Manuel con un botellón de whisky en la mano.
- Oye Manuel. Hoy... nos la mamamos.

Y mientras apoya fuertemente el botellón en la mesa, prosigue:
- Y la botella, es para darnos coraje.