martes, 22 de abril de 2008

Persona.

De las veces que Johnny Avellaneda fue, ésta iba a ser la última vez.
El Dr. Hernán Grotti ya tenía que decidir. Aturdido, con la cabeza intimidada, no podía perder más de ese tiempo que ya no quedaba.
Los pocos momentos que le dejaba, su falta de libertad, hicieron que tomar una pronta desición, no lo fuera tan.
El miedo y la valentía, juntos, se agigantaban con el paso de los días . Enfrentarse y concluir a su propio personaje, no iba a ser fácil. Un personaje alimentado tras los días, por su propio ego, mezlcado con inseguridades, soberbias, vacíos, triunfos y fracasos.
Johnny Avellaneda ya era. Él mismo, Hernán Grotti, eran los responsables de todo. El entrenamiento diario, afianzaba todo ese sistema.

Las decisiones hace rato las tomaba Avellaneda, el carácter lo impulsaba él. Elegir cuando sentir compasión por algo, él. A sus dos hijas las iba a buscar él mismo al colegio.
No solo se lo comió. El Doctor Grotti también se dejó comer. Mucho más cómodo, la firmeza de Johnny Avellaneda para todo, le hacía las cosas mucho más simples al Doctor. Ese nuevo traje, ese nuevo brillo de ese traje, ese poder que transmitía ese brillo, todo, se estaba llevando todo por delante. Con lealtad, pero sin ética. Con su propia lealtad, Johnny ya había cagado a mucha gente. Se había vendido tal cual es, y defraudó a varios.
Mucho de ese maquillaje que se evaporaba, dejaba ver más maquillaje en otra capa, que a su vez era la excusa de otra capa más, y así, infinito. La maquinaria humana seguía siendo perfecta. Avellaneda le funcionaba.
El poco tiempo de libertad que le quedaba, Hernán Grotti percibía lo que quedaba. No podía dejar ganar más tiempo, no podía dejar morirse así. Porque darle paso definitivo a su personaje, iba a ser morirse todo el tiempo.

No hace falta contar qué hizo su último día Johnny Avellaneda. No hace falta contar que llevó a sus hijas a comer al shopping. No es importante narrar su vuelta a casa. Y que al llegar, sirvió primero el whisky y después los dos hielos, no aporta nada. Porque Johnny tenía que empezar a dejar de tener importancia. La desición de dejarlo de existir ya estaba tomada.
Por eso no importaba todo eso. Reclamó atención esa noche. Porque fue desiciva. Bien merecido lo tenía ese momento, y por eso hay que describirlo como tal.
Las once de la noche hicieron todo, cuando Hernán Grotti decidió terminar con una farsa, su otro. Esas fueron las once de la noche más decisivas.
Esos diez segundos antes de apagar el velador, para luego apoyar el día en la almohada, tranquilizar la dignidad, cerrar los ojos, charlarse un rato y luego dormir. La combinación le sirvió para elucubrar el borrador de mañana.
Estaba todo listo en su cabeza. Hernán Grotti tenía todo claro. Johnny Avellaneda no quería dejar. Confundidos, durmieron.



El duelo fue duro. Hernán Grotti del todo, desploma su alma en el sillón. Inmediatamente después, se desploma él. Cree que hizo todo bien. La ejecución parece absoluta.
Vuelve a recordar esos hace quince minutos. La calle Moreno fue una buena elección, piensa. La calle como único testigo.
Llegaron al mismo tiempo.
Por suerte para él, Hernán ya tenía todo memorizado. El tiempo perfectamente medido. Cada movimiento ya estaba asigando para cada segundo de ese tiempo calculado.
Hernán lo mira. Fijo. Jonnhy lo mira sin mirar. Esta vez, la seguridad y la desición parecían estar del lado del Doctor. Y lo tenía que aprovechar. Ambos dudaron un momento. Esa duda estaba fuera de lo asigndado para el tiempo. Hernán siguió adelante.
Ambos desenfundan sus armas al mismo tiempo. Pero solo uno hizo la diferencia.
El impacto de Hernán Grotti llegó primero. La bala dio con su propia vida y terminó, por fin para él, con la de Johnny Avellaneda. Nerviosamente tranquilo, se da media vuelta y trata de irse. No puede, antes se acerca para mirar su propio personaje, tendido en el asfalto.
Se queda mirándose, ahora es él del todo.
Quién está en ese sillón, abatido pero victorioso, es persona.
Hernán se levanta, cambia el dial de la radio, y se vuelve a dejar en el sillón.
Ahora tengo que empezar a volver a hacerme cargo. Hacerme cargo y ser, decidió, mientras servía primero los dos hielos, y después el whisky.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

muchas personas se creen tal y no dejan sus personajes. feo esp.
muy bueno el blog Fede, te felicito.
Saludos desde aca´
salva

Feffo dijo...

Esto habría que leerlo escuchando El Otro Yo. Hay que ser cafiolo de uno mismo, dijo ya sabés quién.
Con la misma intensidad con la que se batieron el Dr. y Johnny, sentí los espadazos de una gran idea tratando de ganarle terreno a una gran forma de contarlo.
Un duelo digno de leer.
Salute.

Anónimo dijo...

TODAS las personas parece que en algun punto quieren ser más avellanedas. digo esto por lo q impulsa la sociedad. los valores que manifiesta. Tan poco naturales, tan artificiales como dijiste en algun momento.