lunes, 12 de enero de 2009

Reproductor de almas musicalizadas.

El invento del reproductor portátil de mp3 supone una importancia mucho mayor de la que creemos. No para nosotros, sino para los que ya muertos están, eternos, allá arriba.
Ninguno de los inventos más geniales del siglo, ni el radar en 1941, ni el satélite artificial, mucho menos el corazón artificial, fueron tan trascendentales para los del otro lado de la luz, al final del túnel.
Como todo, estos aparatitos también nacen y mueren. Ciclo de vida material, donde en el último eslabón pasan a formar parte de la creciente basura tecnológica. Ya nada de eso sirve para nosotros. Ya está. Perece lo material, y ahí no nos interesa más.
Las causas son varias pero suficientes como para ser casi siempre las mismas: una caída, un ingreso incoherente al lavarropas, o simplemente su uso (no mayor a 3 años). Gramos y gramos de plaquetas tiesas, microsoldaduras en coma, pantallitas LCD en agonía. Postales de una muerte tecnomaterial.

Nos, los mortales, no somos conscientes de que nuestra selección de músicas, la nada misma, queda unos pocos segundos flotando por ahí, sin saber que carajo hacer. Porque la música es inquieta, es locuaz y viva. No va a morir, no está en sus planes.
Ahí muere para nosotros, pero automáticamente sube y renace para empezar a darle más fantasía y alegría a los del paraíso. Y ahora sí es un paraíso pulenta.

Quizá puede estar un Buddy Bolden bastante borracho en una fonda tocando un cover de Pat Metheny.
Quizá en una mesa Beethoven, Morrison, un desconocido, y Sokol juegan una partida de póker mientras suena Brand New Lover de fondo.
También puede ser que Freddie se esté probando ropas como loca mientras tararea I need a man de Grace Jones.
No puede faltar, capaz, Michael con su descapotable en la gasolinera, improvisando su versión de Baby its you. Ah no, cierto que el pequeño Jackson 5 todavía está vivo.
O a eso de las 6 de la tarde, puede ser que Hendrix le afine y prepare la guitarra a su mejor alumno, para improvisar juntos Zoot Allures.
Quizá.


Moraleja:
Todo bien con el Wi Fi, pero no saben que felices son los muertos con los mp3.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

un final inseperado, con una reflexión tan colgada, no pudo más que generarme un ataque d risa.

Anónimo dijo...

Yo una vez vi a Pavarotti haciendo dedo y Pappo que lo estaba por levantar con la moto .
Pero decidí volver.

Anónimo dijo...

la existencia se separa en A de C (antes de Cristo) y
D de Mp3 (claro esta, despues de los mp3)

Anónimo dijo...

Este relato me hizo elucubrar hacia algunos grandes de la música pre y post mortem.
Es verdad que la música en sí viaja, se mete en nuestro cuerpo vía oído, entra en un tour que nos sacude, nos recorre y al cabo, vuela, les va a ser compañía a quienes le dieron vida en vida, pero... se armó una riña, -y no de gallos finados- pasa que algunos discuten cual es el cielo, ¿sobre qué ciudad están? se escuchó de fondo a Gardel entonando mágicamente a Mi Buenos Aires Querido, en un cielo para él bastante temido, (pero no el de Baires, le teme al colombiano) apenas unas estrofas irrumpe Frank, diciendo que ese era el firmamento de su hermosa New York, New York, él tan buen mozo impostó su voz que fue pisada súbitamente con el agudo remate Ray Charles con su eterna Virginia, ¿se hace de noche en el cielo? digo porque todavía se están peleando.
DF

Anónimo dijo...

en el cielo no se hace de noche nunca, DF. Siempre es de dia, nuvlado para que las almas puedan saltar y cantar por entre las nubes