jueves, 13 de marzo de 2008

Devolveme mi egoísmo

- Y loco, ¿juntaste la plata?
- No.
- Dale flaco, tenés tiempo hasta mañana.
- No sé de que me hablás.


El momento en que ese todavía nadie, de algún lugar que no era ningún lugar, corta el teléfono, a partir de ese momento, Andrade es otro Andrade.
Un accidente, una noticia decisiva, una muerte. Andrade empezó a sentir eso que siente el cuerpo, y enseguida nosotros, cuando algo brusco e inesperado cambia nuestra percepción. La sorpresa se mezcla con el miedo, o algún otro sentimiento determinante; esta nueva combinación se zambulle en la adrenalina y ahí, se concibe una nueva realidad.
A partir de la alta dosis de miedo, bronca, pasión, incertidumbre, ansiedad, sorpresa, que arroja nuestro cuerpo en tan pocas milésimas de segundo, se congenia la misma realidad pero modificada desde la percepción.

El cambio sensorial que produjo ese llamado era inexplicable. Inexplicable porque no tenía nada que ver con su vida. El destinatario de esa sensación provocada no era él.
La reacción de Andrade fue lógica. Agarró la campera, no se olvidó de las llaves, y salió a la calle a buscar respuestas de una pregunta que ni siquiera tenía.
Los manuales del razonamento dicen que Andrade tendría que pensar que efectivamente era un llamado equivocado. Que el destinatario era otro.
Pero no hay razonamiento ante una nueva misma realidad que estamos empezando a conocer.
Algo le decía que ese mensaje sí era para él. Y cuando está cortando el tercer llamado, ya no quedaban dudas.

- Juntá lo que puedas, te espero a la vuelta del Viejo Correo. 21 horas, puntual.


Dos días antes, apenas un par de horas después del primer llamado, Andrade empezó a sentir algo concreto.
Su individualidad estaba fallando. Se dio cuenta. Le habían sacado algo que no era algo.
Un sentimiento es algo tan universal y único a la vez.
Hay una definición, hay un conocimiento de causa de cada uno de los sentimientos. Si bien la sensación de amor no se nos hace presente cuando nos estimulan con la palabra amor, todos sabemos perfectamente de que estamos hablando. Pero a su vez, el sentimiento de amor es único para cada uno. Yo no siento el mismo amor que Andrade ante el mismo amor. Cualquier sentimiento está contaminado por las experiencias del ser, y eso lo hace único para cada cual.
Andrade ya no era partícipe de su egoísmo. El Gitano le profanó una parte de su individualidad. Le había violado su sistema y se adueñó de ese suyo egoísmo.

El Gitano no lastima, apenas hirió. Ni siquiera cosas, quiere sentimientos. Quiere ser una persona. Abonado a la oscuridad de la sombra de la noche, sólo quería construirse. No le importaba el dinero, ni la maldad, ni siquiera el poder. El Gitano sólo quería recaudar un par de sentimientos para sentirse. Para sentirse ser.
Ya tenía egoísmo. Un egoísmo generoso con el cual se estaba empezando a llevar bien.

Andrade, en cambio, no quería el egoísmo, él quería su egoísmo, su sentimiento único e irrepetible. A su vez, su generosidad desbordada ante la falta de equilibrio de su opuesto, hacía dudar su sentir. Para que quiero algo que quiere otro, si ese algo es precisamente mi egoísmo, pensó y pensó.
Todo eso lo reflexionó después de haberlo tenido que pensar antes. Porque ya estaba ahí.
Se habían pasado once minutos de la puntualidad de las 21. Andrade seguía esperando. Hace tres cigarrillos que está esperando.
La intensa sombra del secuestrador aclara que es sólo la sombra, y sigue avanzando. Se empieza a acercar cada vez más real.
El secuestrador en la sombra, apenas se superó con la aparición del secuestrador.

- ¿Juntaste todo?
- Sí, pero no te voy a pagar.
- Perdés.
- No quiero mi egoísmo, me da igual. Te lo doy.
- Tenés que pagar, sino sos boleta.
- El egoísmo es tuyo, mi plata es mía y devolveme mi egoísmo.
- Me tenés que pagar los dos mil pesos de rescate.
- Sos un novato, Gitano. No me interesa el egoísmo. Sin egoísmo me da lo mismo. Cómoda y solitaria se siente la generosidad, carente de opuesto, sin sentido de ser y dueña de la desición. Lo mío es de todos y… devolveme, por favor.
- …
- No voy a pagar por algo que querés. No soy egoísta, es tuyo. Si te pago voy a concebir mi falso sentimiento de pertenencia que en este momento no lo siento.
- Déjate de joder Andrade. Con tanta filosofía encuadernada.
- No entendés nada, Gitano.
Gracias.


Esta vez, primero se empezó a ir el secuestrador. Con la misma frustración, apenas detrás, su sombra.
Ambos dejaron caer el mismo frasco. Ambos se fueron.
Andrade parado, inmóvil, recuperaba su Andrade con egoísmo. Volvía a ser el Andrade completo. Después de un largo rato de volver a conocerse, se acomodó su corbata, mientras decidía algo que no sabía qué. Decidió pasar por su oficina de asuntos morosos para dejar unos informes listos para el día siguiente. El martes iba a ser un día no tan duro.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

un momenbto asi es feo. y que feo cuando te das cuenta de que lo q te sacaron ses algo tan tuyo, bno?

Bompa dijo...

Me gustó tu cuento y forma de narrar. Espero más. Abrazo, Bompa

mana dijo...

Egoista?!

Jajjajajaja! Que lindo momento el tercer cigarillo de espera. Solitario y egoista como pocos.
Bien Barón!

Anónimo dijo...

Muy bueno, me hizo acordar a cuento de Paul Auster, "Ciudad de cristal" creo que es, saludos

dalecuerda dijo...

gracias

ciudad de cristal...ahora lo voy a chequAr
pero no será demasiado Auster?

Anónimo dijo...

jaja, sí, es demasiado lo de Auster, no dije que escribieras parecido, sólo dije que me hacía acordar a su cuento!!

dalecuerda dijo...

aaaahm, igual., debe ser demasiado